Por exigencias de la gira, el viaje a Barcelona iba a ser una absoluta maratón. Más de 1.000 km en un día conduciendo, pero vamos que superamos la prueba con un poco de retraso. Toda una experiencia de resistencia, que aunque quede feo reconocerlo, lo conseguimos de una tirada y con un solo conductor.
Palizón para el cuerpo, donde viajamos por Andalucía, Castilla La Mancha, Valencia y Catalunya, donde le iba contando lo que veíamos por el camino a mi compi de viaje, que de Rock tiene mucha idea, pero creo que ha hecho poco turismo y no sabía estas curiosas historias que te encuentras por la carretera, los olivares de Jaén, ese renovado paso por Despeñaperros y su Casa Pepe, a la que nunca he pasado, pero si llama la atención y tiene su historia sobre todo entre mis amigos más ultras del fútbol, los llanos de la Mancha, sus viñedos y bodegas, los naranjos y el Rio Ebro y la central nuclear junto al mar que nos reciben en Tarragona. Eso si tuvimos que hacer una breve parada en Valencia para renovar un equipo de la gira que había decidido decir adiós en el primer concierto.
Barcelona, no me duele en prenda decir que es de las ciudades más bonitas y que más me gusta, pero a las horas que entramos era un absoluto mar de coches, que incremento aún más nuestro estrés por llegar en hora al concierto y poder cumplir con el horario. La cita era en la Sala Upload, en la misma montaña de Montjuic, en el singular emplazamiento del Poble Espanyol, donde hay reproducciones en miniatura de monumentos de otras ciudades españolas y donde se celebra todos los años un festival de Rock Progresivo al que no le voy a hacer publicidad, obviamente y hasta aquí puedo leer.
Con un emplazamiento singular, la sala Upload tienen una curiosidad para el acceso del material, una pequeña puerta en la parte de atrás para meter la carga y poder acceder más rápidamente al escenario. Una carga rápida y una prueba aún más rápida, nos metió de lleno en el concierto, donde las bandas support se portaron de diez y entendieron el tiempo que les quedaba era menor del programado y aún así cumplieron con creces. Barcelona fue la ciudad que menos gente congrego en el concierto, pero si ha sido la ciudad que ha tenido uno de los mejores shows, con unos Atroxentis que perdieron la timidez del primer día y van ganando en seguridad y confianza frente a nuestros público. Los locales Into The Netherwood presentaron una propuesta más moderna y lo cierto es que en un concierto me gustaron, pero como siempre para medirles, hay que verles en más ocasiones. Finalmente, los polacos Hate cerraban el show, con otro concierto muy sólido y que gustaron las pocas más de cincuenta personas que fueron a verles, el resto se lo perdió.
El final del concierto es el habitual, con los músicos haciendo relaciones, las fotos, los autógrafos, las compras y ese pequeño ritual donde la gente no quiere perder un último recuerdo con las bandas. El resto, las gente que vamos con la gira, cada uno haciendo su cometido, principalmente recoger todo y dejarlo bien organizado para la siguiente ciudad, sin apenas tiempo para relacionarte y poder saludar a los amigos que se acercaron al concierto.
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