Hace unas semanas escribía sobre la de tiempo que llevaba sin ver en sala a cuatro bandas juntas y… Ahora que ya os tengo enganchados con esta apasionante prosa os hablaré de la última descarga de Guadaña en Madrid.
Los vigueses Xhamain abrieron la velada con su… Yo mencionaría el género, mezclando power, death, folk, con letras en gallego, pero lo mismo fallo estrepitosamente con alguna etiqueta debido al sonido, nada nítido, con una batería encima de todo. Su vocalista, Mariah, capeó el temporal estoicamente, siempre animando, pero que no se la pudiera entender, y que fueran seis personas ocupando un escenario muy pequeño, hizo que, muy probablemente, no pudieran desplegar todo su potencial.
Indrid dieron el relevo y se encontraron con las mismas deficiencias en el sonido. Sin embargo, al ser el suyo más melódico, cada parte se distinguía con más claridad. Eso y ser dos menos sobre las tablas jugó a su favor. Al principio vi al público menos metido en su actuación, quizá por el hecho de que su estilo podía, muy a priori, desentonar con el resto de formaciones, pero por suerte a mí eso siempre me dio igual. Además las luces pasaron de unos perennes rojos (nunca es una buena idea) a blancos. Todo a mejor.
Una curiosidad que quiero destacar es que en un momento dado de una de las canciones, J. Kaiser, su vocalista, abandonó el escenario, cediendo todo el protagonismo a sus compañeros. Posteriormente lo volvió a hacer, pero cantando por toda la sala y metiéndose hasta al personal de la misma en el bolsillo.
No voy a mentir, lo que me trajo aquí fue Nocturna. Tengo los tímpanos desgastados de metal sinfónico, pero su debut, “Daughters of the Night”, aunque me suena a lo mismo de siempre, me ha encantado, muchísimo.
Una vez más el sonido hizo de las suyas. Al menos en esta ocasión una de las voces sonaba más o menos bien: la de Grace Darkling. Así sucedió durante la mitad de su concierto, hasta que milagrosamente la voz de su compañera Rehn también pudo ser escuchada.
Y en cuanto a la actuación vi a un grupo muy sólido, que sabía perfectamente combinar las canciones con sus interacciones con el público, algo que en principio no destacaría pero sí con ellos ya que apenas cuentan con dos años de carrera. Con diferencia fueron los más apoyados por los asistentes hasta ese momento.
Pasadas las diez Guadaña ocuparon sus lugares sobre el escenario de Silikona, defendiendo su último disco, “Erythea”.
Han pasado once años desde la anterior vez que los vi, y para que voy a engañar, su música no es lo mío, pero como me gusta aclarar, eso en una crónica importa entre poco y nada. Guadaña se desenvuelven más que bien sobre un escenario y se notó en la recepción de cada tema por parte del público.
Además supieron dar un añadido a su show contando con Santi Carrasco, teclista de Saurom, en “Algo por lo que luchar”, mano a mano entre él y Gloria, visiblemente emocionada durante su interpretación, incluso con problemas en el micro durante el primer minuto.
No fue la única colaboración, ya que contaron también con uno de los bajistas más importantes de la historia del rock patrio, Juan Luis Serrano, ex-componente de Obús, que tocó con ellos precisamente una versión de ellos, “Dinero, dinero”.
Entre el público se encontraban miembros de su club de fans, que aparte de agitar banderas en algunos instantes, compartieron globos durante “Nuestra revolución” animando aún más.
En definitiva, una noche que podría haber sido mejor con un sonido más decente, pero que incluso con ese hándicap tuvo más de un momento a destacar.
Crónica: Alejandro Sanz
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