Ya estamos de vuelta en casa de una nueva edición del Sweden Rock Festival 2019, que como todos estos años de atrás se ha celebrado durante cuatro jornadas en la localidad sueca de Norje, dentro del área de Sölvesborg, donde el buen tiempo ha sido la nota característica de las cuatro jornadas del festival y solo unas pocas gotas de agua el sábado por la mañana refrescaron el ambiente.
Este año nos veníamos con una sensación algo diferente de otros años. Si bien el Sweden Rock Festival sigue con su enorme calidad de servicios, sonido, luces, equipamiento, organización son de las mejores de las que conocemos en Europa, creo que la decisión de sus promotores de romper ese cupo mágico de asistentes, que provoca una mayor e incómoda masificación, perjudica bastante a la imagen exterior del festival.
La masificación fue muy palpable en la jornada del viernes, día en el que los norteamericanos Kiss iban a participar en el festival, provocando largas colas de acceso al recinto (que unido a los exhaustivos controles de seguridad hacían que el acceso al recinto se prolongara demasiado, con largas e incómodas colas en los accesos), también colas en los innumerables áreas de servicio (mayores que nunca y más repartidos por todo el recinto del festival), acceso a pedir bebidas y comidas hacía que las espera fuera más larga y sobre todo la masificación frente a los escenarios que rompía la comodidad tradicional del Sweden Rock Festival la hora de seguir los conciertos.
Otro detalle relacionado con esta masificación es la ingente cantidad de público con sus sillas plegables siguiendo los conciertos, estas sillas forman barreras molestas para la libre circulación del público entre escenarios. Creo que se debería limitar el acceso de sillas o delimitar las áreas donde se pueden usar y así facilitar los movimientos por el área del festival.
Este año era nuestro catorce viaje al festival sueco. Un festival que hemos visto evolucionar y crecer y estimó que tenemos elementos de juicio más que suficiente para valorar que el festival ha perdido esa magia que tenía cuando viajabas allí y es uno más parecido a los habituales que vivimos en el circuito europeo.
Un festival emplazado en un área de playa sueca, muy cerca de servicios turísticos, con la posibilidad incluso de asistir en barco al festival.
A parte del merch oficial, fuera del recinto propiamente dicho del festival podemos encontrar áreas de mercadillo donde puedes comprar todo tipo de objetos relacionados con el mundo del Rock, también puestos de comida, bebida y alguna que otra delicatesen. Este año volvía al festival el tradicional puesto de paella española, otro con churros, junto con otro que vendía codillos a la brasa han sido quizá los más concurridos. Además, ha habido exposiciones de productos tan variados como camiones, agua mineral, emisoras de radio y espacios para el entretenimiento para echar pulsos, demostrar la fuerza con flexiones, levantamiento de pesas y ruedas…
Se ha notado el esfuerzo de los promotores por ganar más espacio al área del festival, con una mayor área de restauración, una ubicación del escenario principal más centrado, más áreas de servicios y más repartidos por las cuatro esquinas del festival, más puestos de comida y bebida, una seguridad muy completa y exhaustiva, un sonido y una calidad de imágenes de lo más nítido y de mayor calidad del circuito de festivales, una mayor extensión del área del festival, más espacios para sentarse (aunque siempre nos parecen pocas), unas gradas supletorias suficientemente amplias para seguir los conciertos en los escenarios principales, incluso ganando espacio más allá de la carretera que hacía de límite simbólico del festival, amplios puntos de venta del merchandising oficial con tiendas amplias y con contenidos muy variados, un tratamiento exquisito a los medios con mucha información, puntos de descanso, de trabajo, wifi disponible para trabajar … un esfuerzo claro y evidente que se ve frenado por la masificación de público. La limpieza del recinto es constante y es habitual ver un ejército de limpiadores tras finalizar el concierto limpiando el recinto de vasos y botellas.
Este año, el punto de recogida de acreditaciones se ha pasado al otro lado de la carretera, ganando el espacio dedicado a ello en ediciones anteriores a espacio para la producción del festival. El cuidado de la prensa siempre es un punto positivo en el Sweden Rock Festival, con café y taquillas disponibles en la zona de prensa para que los utilicemos los medios, aunque quizá se echa en falta alguna pantalla para seguir las evoluciones de los conciertos mientras estas en el área de prensa trabajando o simplemente descansando.
Este año los precios de la bebida han bajado y han sido más “asequibles” que en ediciones anteriores, lo que unido a la mayor fortaleza del euro ha hecho que la vida allí se nos haya hecho más fácil.
La seguridad ha vuelto a ser más exhaustiva que en otros festivales, con numerosos efectivos de vigilancia, completos registros de acceso y gente de seguridad ubicada en puestos clave del festival.
Otra sensación que hemos vivido es que el Sweden Rock Festival es un festival familiar, con innumerables familias con niños siguiendo las evoluciones de los grupos, todos ellos, eso si con cascos protectores del sonido, y que dan un color especial al evento. Un festival donde la media de edad es claramente adulta y con público proveniente de múltiples procedencias.
Nos encanta utilizar la primera jornada de festival, la de la fiesta de bienvenida, para andar por los alrededores y conocer y palpar el ambiente de los campings, festivo, pero sin desparramar como en otros festivales.
Otra sensación que nos hemos traído ha sido el mayor predominio de bandas suecas. Este giro más “nacionalista” se ha hecho muy evidente en que la mayoría de las bandas suecas han hablado solo en su idioma, lo que me parece genial, pero han hecho de menos a no poco público internacional que asistieron a este gran festival. Desconozco si es una corriente de opinión o una moda en Suecia, pero debería cuidar ese detalle y más en un país como Suecia donde la inmensa mayoría de su población es bilingüe.
Los cinco es escenarios del Sweden Rock Festival nos completan la enorme y variada programación del festival. Con un escenario más “pequeño”, el Rockklassiker ubicado en una carpa y que está ganando en protagonismo y actividad. Aun así, seguimos quedándonos con la magia del Festival Stage, uno de los de mayor calidad de imagen y sonido del panorama europeo que nosotros conocemos. El 4 Sound Stage y el Sweden Stage siguen siendo súper cómodo de seguir conciertos por su ubicación en la parte inferior de sendas laderas. El segundo escenario, el Rock Stage sigue sin hacernos sentir cómodos del todo, pero es el que más programa bandas más de Heavy Metal.
Este año se ha vivido dos cancelaciones de última hora, como la de los canadienses Annihilator, rápidamente sustituidos por los suecos Unleashed. Además a última hora se conoció la cancelación del show De Behemoth por problemas con su vuelo de conexión, una pena.
Estamos elaborando el análisis por jornadas, donde por días claramente destacamos a Gathering Of Kings o Death Angel el día de la fiesta de bienvenida, a Def Leppard y Amon Amarth en el primer día oficial del festival, bandas como ZZ Top o Axel Rudyi Pelle en la jornada del viernes y el sábado me quedo con el concierto de Ritchie Blackmore’s Rainbow, que sabemos que su concierto tiene opiniones diferentes, pero me encanto por la magia de volver a vivir su magia de vivir sus grandes canciones y por el gran papel de Ronnie Romero a las voces de la mítica banda.
Un festival que a nuestro humilde entender debería replantearse la masificación por la calidad y exclusividad que tenía antes. Aun así en el año 2020 volveremos a Suecia y viviremos una nueva edición del Sweden Rock Festival.
- Crónica: gema@metaltrip.com y javier@metaltrip.com
- Fotos: Ángel Garcia
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